En estos versos el Apóstol Pedro eleva nuestra comprensión acerca de la innegable e inevitable realidad de la presencia del sufrimiento en la vida del creyente.
Hemos de comprender que en ocasiones el sufrimiento es necesario para nuestra formación espiritual, que Cristo nos dejó el ejemplo a seguir para que sigamos sus pisadas.
Cuando nosotros sufrimos injustamente a causa de hacer el bien, esto recibe aprobación de parte de Dios.
Pero la razón que podemos prevalecer en medio de injusticias es que haciendo igual que Jesús, encomendamos todas las cosas en manos de aquel que juzga justamente.

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