En este capítulo se narra el importante momento del casamiento de Isaac. Abraham, preocupado por el futuro de su hijo, envía a su siervo a encontrar una esposa adecuada para él, asegurándose de que no se case con una mujer cananea, sino con una de su propia familia. El siervo, guiado por Dios, encuentra a Rebeca, una joven de gran virtud y fe. Este relato no solo subraya el cumplimiento de la promesa de Dios a Abraham, sino también cómo Su providencia guía cada paso, asegurando que el plan divino siga adelante. Un capítulo que destaca la fidelidad de Dios y cómo Su voluntad se manifiesta incluso en los detalles más personales de la vida.

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