Cada vez queda menos para la votación del 25 de octubre y desde #LaBuenaRacha todas las semanas tenemos un nuevo episodio dedicado al tema, en esta serie que llamamos #LaBuenaRachaConstituyente . En esta oportunidad participan Marcela Cerda y Mariana Loyola con quienes, junto a nuestras invitadas, Doris, Stephany y Paola, sostendremos una interesante conversación en torno a derecho a la vivienda, territorios y movilización. Es así como iniciamos el diálogo a partir de la pregunta, ¿qué significado tiene habitar un territorio, habitar la ciudad?, lo que implicaría no solo sentirse parte de un territorio, sino también, comprender la ciudad como un espacio de encuentro, de comunidad. El habitar sería la forma en que se expresa el ser en su cotidiano, sin embargo, pareciera que los territorios se habitan desde un desarraigo donde a menudo nos enfrentamos a espacialidades conflictivas. La planificación urbana en la actualidad fragmenta la vida, la que se presenta mediante fases del territorio que se encuentran asisladas -vivienda, trabajo, transporte, industria, medioambiente-, y es nuestro cuerpo el que surce la frangmentación que hace la planificación urbana. Es así que vale la pena preguntarse cómo reconocemos las diversas formas de habitar los territorios como saberes, sin imponer una forma específica de habitar. Así también, nos detuvimos en las desigualdades, discriminaciones y segregaciones que implican la vida en ciertos territorios, y cómo la movilidad se ve determinada por esto mismo, lo que con la pandemia quedó develado mediante una enorme brecha entre quienes gozan del privilegio de quedarse en sus casas y quienes no pueden. Las ciudades están pensadas para producir, sin embargo, no están pensadas para cuidar y, en este sentido, es determinante el rol de subsistencia que las mujeres desarrollamos a través de estrategias que permiten la vida en comunidad, más allá de nuestros roles de cuidado y el trabajo fuera del hogar, sobre todo en los sectores populares. Por consiguiente, es fundamental pensar en formas de habitar más amables y más colectivas, pensar mas allá de cómo el mercado construye y regula el espacio, teniendo en cuenta que hoy en día el estado no se hace cargo en cómo se construye la ciudad. En este sentido, es que se vuelve imperioso recalcar que al hablar del derecho a la vivienda no estamos solo hablando de una casa, estamos hablando de la vida, de cómo queremos vivir, y de cómo todes tenemos derecho a la participación y acceso cultural como derecho de habitar y vivir la vida cultural, gozar de las artes y de los espacios culturales, a su vez.

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