Éxodo comienza con la construcción de una cuna, para salvar a un niño miembro de un pueblo perseguido y desplazado. Éxodo termina con la construcción de un santuario, mediante el cual se protege la identidad de una nueva nación redimida. Esta nación es el “primogénito de Dios”, Israel. Al comienzo de la vida de Moisés uno queda con la sensación de que esta historia trata de un niño prodigio. Si y no. Este Niño “salvado del agua”, no es más que otro ser humano quién ya frustrado y fracasado queda en las manos de Dios, quién le usa para su gloria. De pronto su historia se parece a la nuestra. Esto es la gracia de Dios.

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