Escuchar "Miércoles de la 1ra semana de Pascua"
Síntesis del Episodio
Leemos hoy el conocido pasaje de los discípulos de Emaús. Esta es una ciudad muy discutida, porque los arqueólogos aún no llegan a descifrar dónde quedaba ubicada. Por eso Benedicto XVI habló de ella diciendo que quizá Emaús es el símbolo de "ningún sitio". Los discípulos, que tristes habían abandonado Jerusalén, no sabían a dónde se dirigían, porque al pensar que Jesús había muerto, ya no tenían dirección. Y eso nos ocurre cuando perdemos de la mira a Jesús. Nos desorientamos.
Pero lo cautivante de este pasaje es que Jesús sale a su encuentro. Cuando ellos pensaban que la vida se había vuelto tan dura que Jesús los había abandonado, había muerto y los había dejado, en realidad el Señor estaba más cerca que nunca, estaba caminando a su lado y ellos no lo reconocían. Es más, Jesús que está preocupado por ellos, se involucra con lo que viven, no es indiferente a sus sufrimientos y como un buen amigo les pregunta: "¿de qué discuten por el camino?". Porque Uds me interesan. Y Jesús, como sólo Él sabe hacerlo cuando le abrimos las puertas, empieza a encender sus corazones con el diálogo, explicándoles las Escrituras. Qué hermoso signo de lo que es la oración. Es ese diálogo de amigos con el Señor, es la conversación por el camino, en medio de nuestros gozos y tristezas. Es la Palabra de Dios, que entrar en contacto con ella nos ilumina. Y así la oración va encendiendo nuestros corazones. En diálogo con Jesús, en ambiente de oración, brota este deseo tan profundo: "Señor, quédate con nosotros". No es sólo un gesto de cortesía u hospitalario. Se ha convertido para los discípulos en una necesidad. En realidad el necesitado de hospitalidad no era Jesús, sino ellos, que empezaron a descubrir que estaban necesitados. Porque cuando acogemos a Jesús, Él se queda, pero no sólo una tarde, sino para siempre en la fracción del pan, en la Eucaristía.
Pero lo cautivante de este pasaje es que Jesús sale a su encuentro. Cuando ellos pensaban que la vida se había vuelto tan dura que Jesús los había abandonado, había muerto y los había dejado, en realidad el Señor estaba más cerca que nunca, estaba caminando a su lado y ellos no lo reconocían. Es más, Jesús que está preocupado por ellos, se involucra con lo que viven, no es indiferente a sus sufrimientos y como un buen amigo les pregunta: "¿de qué discuten por el camino?". Porque Uds me interesan. Y Jesús, como sólo Él sabe hacerlo cuando le abrimos las puertas, empieza a encender sus corazones con el diálogo, explicándoles las Escrituras. Qué hermoso signo de lo que es la oración. Es ese diálogo de amigos con el Señor, es la conversación por el camino, en medio de nuestros gozos y tristezas. Es la Palabra de Dios, que entrar en contacto con ella nos ilumina. Y así la oración va encendiendo nuestros corazones. En diálogo con Jesús, en ambiente de oración, brota este deseo tan profundo: "Señor, quédate con nosotros". No es sólo un gesto de cortesía u hospitalario. Se ha convertido para los discípulos en una necesidad. En realidad el necesitado de hospitalidad no era Jesús, sino ellos, que empezaron a descubrir que estaban necesitados. Porque cuando acogemos a Jesús, Él se queda, pero no sólo una tarde, sino para siempre en la fracción del pan, en la Eucaristía.
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