Moradas

04/11/2022 35 min
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Síntesis del Episodio

MORADAS

2 En la casa de mi Padre muchas moradas
hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho;
voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3 Y
si me fuere y os preparare lugar, vendré otra
vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde
yo estoy, vosotros también estéis.
JUAN 14:2-3

Amar el hogar.
Tempestad y llegar al hogar (al calor).
Adorar juntos.
Su casa, mi casa.
Qué bien se está en casa…

ET: Es la historia de un extraterrestre que ha perdido su casa. Necesita regresar a su casa o se muere.

El hombre es también un extraterrestre.
Somos de Dios, somos del cielo y hemos perdido nuestro verdadero hogar, que es la presencia de Dios.

¿Qué encontramos en un hogar? En un hogar encontramos protección, educación. Nutrición, edificación, diversión y lo más importante, relación.

Jesús vino para volvernos a llevar a la casa, a la morada del Padre. Pero la morada del Padre no es solamente algo que podemos experimentar en el cielo, sino que lo podemos experimentar ya también aquí en la tierra.

• 20 En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros
en mí, y yo en vosotros. 21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda,
ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le
amaré, y me manifestaré a él.
• 22 Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a
nosotros, y no al mundo? 23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama,
mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y
haremos morada con él.
• JUAN 14:20-23

¿Cómo nos sentimos cuando vamos a la presencia de Dios? ¿De visita o en casa?

¿Y cuando estamos en la iglesia? En nuestra iglesia: ¿de visita o en casa?

No es lo mismo llegar a casa, ponerse cómodo, encontrar tu ambiente, tu gente, tu seguridad, que estar en un lugar como invitado o de paso.

Recuerdo que de todas las casas que hemos tenido, una casa que alquilamos solo tres meses y nos tuvimos que ir de allí, fue horrible. Nunca la llegamos a sentir como nuestra casa. Entre otras cosas porque cuando los dueños nos la alquilaron nos hacían sentir todo el tiempo que éramos una especie de intrusos en su casa, que no tenían más remedio que alquilarla y que éramos intrusos en su casa. Pero no nos la alquilaron como aquel que entrega las llaves y, mientras que estás de alquiler, te hace sentir que estás en casa.

Eso es muy importante para que nosotros nos sintamos confortables en la presencia de Dios: Que entendamos que es nuestra. Es nuestro derecho en nuestra morada. En nuestro hogar.

Al primer Adán lo sacaron del huerto y pusieron ángeles con espadas, representando que el hombre ya no tenía acceso a la presencia de Dios. Pero en Jesucristo se ha abierto el camino y dice que nos acerquemos con confianza al trono de la gracia, al Lugar Santísimo.

El Salmo 23 dice que tenemos un lugar en la mesa. Que adereza mesa delante de nosotros en presencia de nuestros angustiadores, y que él se deleita, se complace en llenar nuestra copa, llena nuestras copas hasta que rebosan y nos unge con aceite fresco. Y cuando salimos a trabajar y andar por este mundo, dice que el bien y la misericordia nos van a seguir todos los días de nuestra vida.

Estamos en nuestra casa. No somos forasteros, no estamos de visita, no estamos en la casa de otro, sino en nuestra casa.

Otro problema que tuvimos en esa vivienda es que había un vecino enfermo, enfermo de la mente que nos golpeaba a la puerta y a la pared, gritando ante cualquier ruido, o si cerrábamos un cajón… Si sentía que alguien andaba… No podíamos hacer vida y era una constante molestia para nosotros. Entonces yo he aprendido algo: El diablo no puede sacarnos. No puede sacarnos de nuestra casa, de nuestros momentos en la presencia de Dios. En la presencia de Dios en la casa/iglesia. Pero sí que intenta molestarnos. Que no estemos a gusto cuando nos reunimos o cuando oramos.

Y nosotros nos fuimos porque no teníamos el apoyo de los dueños. Y descubrimos que el mismo problema lo habían tenido otros inquilinos. Pero ellos nos dijeron que el problema era que nosotros éramos ruidosos y no nos apoyaron. Así que nos fuimos de esa casa.

Solución: Pero Dios nos apoya para silenciar toda voz del diablo, de condenación, de molestia. Tenemos al Espíritu Santo que nos da testimonio de que somos hijos de Dios. Que nos hace sentir a gusto.

Y es lo que dice en Juan 14: No os dejaré huérfanos. Os doy el Consolador, ¡el Consolador!

Nosotros debemos aprender a luchar. Luchar para tener nuestras moradas, nuestros lugares de comunión, de descanso, edificación…

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Todo lo que tienes en una casa lo tenemos con Dios educación, nutrición, renovación, diversión, relación, educación, edificación. Todo eso nos lo da la persona del Espíritu Santo.

Amar el hogar. Tempestad y llegar al hogar (al calor). Adorar juntos. Su casa, mi casa.
Qué bien se está en casa…