«En Anáwak, si no sabías controlar tus sueños eras considerado una persona inculta, y para cultivar al ser humano en las artes del ensueño (entre otras artes), se crearon instituciones que proporcionaban un sentido de identidad y enseñaban (entre otras enseñanzas) a aprovechar el tiempo no sólo de la vigilia, sino también el tiempo onírico para no irse a dormir como un costal de papas».

Resulta que en el México antiguo había una filosofía de vida que valoraba el recapitular y escribir los sueños como uno de los pilares del proceso civilizatorio armonioso y saludable. Una filosofía evolucionista, en el sentido de que consideraban al ser humano como un potencial por lograr, más que como una condición dada. Curiosamente, Nietzsche pensaba de manera parecida, para él, el hombre estaba destinado a la extinción, su única virtud consistía en ser un puente en el camino evolutivo hacia el superhombre.

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