El apóstol Pablo enfatiza que, gracias a la obra de Cristo, hemos sido redimidos y adoptados como hijos de Dios, sin necesidad de añadir nuestras propias obras. Esta adopción nos otorga tres realidades: la condición de hijos, una relación íntima y cercana con Dios, y la bendición de ser herederos de Su promesa eterna. Vivir como hijos de Dios implica confiar en Sus promesas, obedecer Sus mandamientos, y compartir el evangelio, no para ser aceptados, sino porque ya somos parte de Su familia.Pbro. Wilbur Madera Rivas 3 noviembre 2024

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