Luego de muchos años de estudiar el comportamiento humano, he llegado a la conclusión de que la gente no es intrínsecamente buena ni mala. Salvo los que tienen una condición mental específica, la gente común, como tú y como yo, es capaz de cosas extraordinariamente buenas, pero también de cosas extraordinariamente malas. Y todo va a depender de la clase de influencia que tenga a su alrededor. Esto quiere decir que tus acciones no te hacen ni bueno ni malo, porque el entorno que te lleva a pensar y a actuar de una forma, podría cambiar en cualquier momento. Sigues siendo la misma persona, pero tu comportamiento cambiará junto con las variables que tienen influencia sobre ti. En lo particular, creo que mis padres hicieron un gran trabajo en darme buenos valores. ¿Pero sabes qué? No tengo ninguna intención de poner esos valores a prueba. Y ese es el error que mucha gente comete: se cree muy segura de sus valores, de su carácter, de su fuerza de voluntad, y se expone constantemente a información, a personas, a ambientes y a circunstancias que poco a poco van cambiando sus creencias, su manera de razonar y, finalmente, su comportamiento. Esta gente se expone a tentaciones innecesarias que le lleva a hacer cosas que sabe que no debería estar haciendo, que no le conviene, que en el largo plazo le hace daño tanto a ella como a sus seres queridos. 

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