Muertes tontas o cómo morir de una forma absurda

13/11/2022 58 min Temporada 1 Episodio 10
Muertes tontas o cómo morir de una forma absurda

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Síntesis del Episodio

¡Buenas a todo el mundo!
En el episodio de hoy vamos a hablar de muertes absurdas y fuera de lo común, famosos, anónimos, estoicos, al final todo el mundo muere, pero a veces de una forma un tanto ridícula.

Pero antes y como siempre, hacemos un repaso por las noticias raras o graciosas de la semana. Por orden hablamos de una empresa que preserva los tatuajes de los muertos a petición del interesado. Van desde 2000 a 100.000 dólares por el cuerpo entero, y ojo que hay cola.
Una chica que acude al hospital por un dolor y resulta que esta embarazada y de parto. No noto nada, es más, perdió 15 kilos y seguía teniendo periodo.
Y, por último, Andrea Ivanova, una chica de 23 años que se quiere convertir en la bratz humana y esta poniendo en peligro su vida. ¡Para no perdérsela!

Y en el tema principal,

Muerte por ataque de risa

Crisipo de Solos fue un filósofo griego, máxima figura de la escuela estoica antigua, que murió en el 206 aC, víctima de un ataque de risa tras ver a un burro comerse unos higos.
Se cuenta que a continuación dijo "ahora dale al burro una copa de vino puro para acompañar los higos", lo que le resultó tan gracioso que dobló la servilleta allí mismo.

Alex Mitchell, un albañil británico de 50 años ya que murió, en 1975, tras 25 minutos de un ataque irrefrenable de risa cuando observaba un capítulo del programa humorístico, The Goodies.

En 2003, en Tailandia, el vendedor de helados Damnoen Saen-um, murió de risa mientras dormía. Tenía 52 años y aquella noche su esposa lo intentó despertar, pero no pudo.
Luego de tres minutos de risa descontrolada, el hombre falleció debido a un ataque cardíaco o por asfixia.

Muerte por cosas absurdas

Jack Daniel, fundador de la destilería. Obtuvo su ridículo destino final en 1911 tras una simple infección en el dedo gordo del pie. Resulta que al ir a abrir su caja fuerte se olvidó de la combinación y la rabia que eso le produjo le llevó a dar una patada al pesado armatoste lo que ocasionó la herida que a la postre le costaría la vida.

Allan Pinkerton fue creador de una célebre agencia de detectives que cazó bandidos en el siglo XIX Y falleció debido a una grave infección luego de morderse la lengua. Este accidente sucedió luego de pisar una banana en la calle.

Isadora Duncan. La gran bailarina estadounidense, creadora de la danza moderna, falleció de una dramática y un poco absurda (como todas las anteriores) manera: al subir a un coche se le enredó el pañuelo que llevaba al cuello en una de las ruedas y murió estrangulada.

Muerte por gula

El rey de Suecia, Adolfo Federico de Suecia, era adicto a la comida y murió por una ingesta brutal de dulces De hecho este monarca fue conocido como "el rey que comió hasta morir".
El 19 de agosto de 1771 el rey Federico, que tenía 61 años, comió una cena compuesta por el siguiente menú: langosta, caviar, chucrut, sopa de repollo, ciervo ahumado, champaña y catorce platos de su postre preferido: semilla, relleno de mazapán y leche.
El Rey Federico se acostó a dormir. Y, claro, nunca se levantó.

Muerte por puñetazo

Harry Houdini. En 1926, el ilusionista se encontraba en un bar tras uno de sus 'shows' cuando un grupo de universitarios se acercó a hablar con él y le retaron a demostrar su fuerza golpeándolo en el abdomen, para comprobar si realmente era tan legendaria como se contaba. Aceptó sin miedo, pero antes de que pudiera prepararse uno de los jóvenes, que era estrella de boxeo en la universidad, le golpeó, lo que pudo generarle una rotura del apéndice, el cual ya estaba inflamado, lo que convirtió la apendicitis en peritonitis. Falleció días después.

Muertes absurdas sin más

Francis Bacon. Según parece, el filósofo intentaba comprobar si el frío es bueno para la conservación de los alimentos, por lo que salió en medio de una gran nevada a enterrar un pollo en la nieve, con tan mala suerte que pilló una neumonía, que fue la que acabaría con su vida poco después.

Esquilo. Predecesor de Sófocles y Eurípides y primer gran representante de la Tragedia Griega, su muerte es digna de una comedia con tintes un tanto surrealistas. Según parece, se había retirado a meditar (o quizá a escribir) a las afueras de la ciudad de Gela, cuando un buitre quebrantahuesos confundió su calva con una roca y le tiró el caparazón de una tortuga. En la Antigüedad corría la leyenda de que previamente un oráculo había predicho que un dardo venido del cielo le mataría.

Clement Vallandigham fue un notable político y abogado estadounidense del siglo XIX. En 1871 se encontraba en pleno juicio defendiendo a un hombre acusado de matar de un disparo a un tipo en una pelea de bar, alegando que la víctima se había disparado a sí misma al tratar de coger la pistola.
La forma en que el abogado quiso probar su teoría fue cogiendo él mismo una pistola descargada para reconstruir la escena. Salvo que el arma sí estaba cargada y al engancharse en la ropa de Vallandigham, la bala le alcanzó en el estómago provocando que muriera de peritonitis al día siguiente. La parte más increíble es que con su muerte logró demostrar su teoría ante el juez, lo que consiguió que su defendido quedara libre.

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