Detrás del brillo de las luces y los gritos de los fans, vivía una chica con dos mundos sobre los hombros. Una peluca rubia y un escenario podían transformarla en una estrella, pero su corazón seguía buscando algo más real, más simple, más suyo. Miley no solo cantaba canciones pegajosas cantaba verdades disfrazadas de pop. En cada capítulo, en cada caída y risa, se escondía el eco de una pregunta: ¿quién soy cuando nadie me ve? Hoy volvemos a esa doble vida, a la historia que nos enseñó que ser uno mismo a veces es el acto más valiente.

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