Siempre que se acerca el comienzo de un año nuevo, estamos ansiosos por tenerlo todo preparado para entrar en él con júbilo y con alegría, al menos de cara al exterior.

Tenemos listas las uvas, el brindis y los propósitos para cruzar junto a nuestros seres más queridos y amigos esa baliza imaginaria de cambio de año.

¿Pero, cuidamos de igual manera el estado emocional de nuestro Ser y de nuestro corazón a la hora de encarar el año venidero?

La mayoría de las veces nos pintamos sólo una sonrisa en la cara, mientras nuestra alma llora de pena recordando las cosas tristes y malas que nos asolan en esos momentos.

Esa no es la mejor manera de partir un año. ¡Desde luego que no!

No es bueno, para nada, ni el plano emocional ni en el plano energético, porque no estamos atrayendo nada productivo ni beneficioso a nuestra vida para los próximos 365 días que nos esperan.

Debemos permitiros dejar de lado las penas, las ofensas, las culpas, el odio, el resentimiento y las tristezas.

En el momento de cambio de año podemos aparcar todo eso y centrarnos en nuestro Ser, en lo que aspira nuestra Alma, que no es otra cosa que felicidad. Es trascendental para nuestra vida y nuestra energía interior de renovación y de limpieza.

Ya tendremos días en el resto del año, si queremos y si es necesario, para deprimirnos y llorar. Pero, en el momento mágico de comenzar un nuevo año debemos estar llenos de alegría, ilusión y entusiasmo. Debemos cuidar tanto nuestra salud física como nuestra salud emocional y espiritual.

De esa manera, nos aseguraremos, mucho mejor, un nuevo año lleno de bendiciones, buenas vivencias, prosperidad y felicidad.

¡Feliz y próspera entrada al 2020!

Grego Calzadilla.

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