Tradicionalmente, el Design Thinking se ha centrado en la entrega de valor al cliente. Es decir, es una metodología de las denominadas user-centered, donde el análisis del entorno del usuario se analiza como una variable más que puede aportarnos información sobre cómo desarrollar un producto que realmente satisfaga.
Hoy sabemos que esto no es suficiente. El cliente actual busca un producto que, no sólo le permita lograr aquello que desea, sino también que conecte con sus valores, que esté comprometido con la creación de valor social.
Los datos actuales al respecto son evidentes. Las marcas que durante las fases más duras de la pandemia del COVID han sido solidarias están disparando sus ventas en comparación a la competencia.
El Design Thinking tiene un nuevo reto ante sí. Pasar del user-centered al system-centered. Ya no es suficiente hacer un buen producto, si no somos capaces de lograr que también contribuya a otros aspectos como: sostenibilidad, solidaridad, desarrollo social, etc. (economía de impacto).
Las grandes corporaciones (banca, aseguradoras, automoción...) ya han empezado a mover ficha y a dejar esta huella en sus spots publicitarios.
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