Si soy honesto, muchos de los logros que he alcanzado como empresario no hubieran sido posibles si no hubiera sido “ingenuo” al principio. Sí, ingenuo en el mejor sentido. Ingenuo por creer que era posible. Ingenuo por confiar en que podía construir algo desde cero.Cuando comencé, no tenía todas las respuestas, no sabía los riesgos completos, no controlaba todos los factores. Pero había una fe sencilla, casi infantil, que me impulsaba a dar el paso. Con el tiempo, el mundo te enseña a protegerte, a ser más escéptico, a no confiar tanto… Y aunque esa experiencia trae sabiduría, también puede apagar la chispa que te hizo comenzar.Hoy entiendo que esa ingenuidad era más que inexperiencia… era fe. Era confianza en que Dios estaba conmigo, aunque no tuviera todo claro. Y esa misma ingenuidad santa es la que Jesús nos invita a recuperar: la capacidad de confiar sin reservas, de soñar sin miedo, de creer que todo es posible cuando Él está en el [email protected]: Fe al aire libre

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