Escuchar "Derecho a estar triste"
Síntesis del Episodio
Estos días siento que estoy ausente. Las cosas me llaman y no quiero ir. Necesito acurrucarme y que me preparen la merienda, pero hay una parte de mí que le da bronca verme así. Como si tuviera que mirar el vaso medio lleno, cuando tengo ganas de revolearlo contra una pared. Cuando estoy enojada, triste y no encuentro lo lindo de la vida, se me nubló la vista. No me enorgullece, pero así estoy. No me pidan más, no me pidan nada. La vida también es esto. Ojalá vengan tiempos mejores, ojalá esté para disfrutarlos, ojalá aprenda a sobrellevar la tristeza, así como hice con la ausencia de Dani, ojalá pueda.
Pero ¿y si no? Otra vez el miedo a convertirme en un ser gris, otra vez aparece la figura de la pena, de un abuelo con olor a cigarrillo y la tele puesta en TN, que perdió vínculo con la vida, que su cuerpo muere de viejo porque su espíritu ya estaba muerto, que nunca supe lo que le hacía felíz, porque no lo conocí cuando dicen, alguna vez lo fue.
Tal vez eso tengo que hacer, una lista de las cosas que creo, me hacen bien:
Lo escribo, pero no ansío hacerlo, perdí el entusiasmo. No quiero alarmarme, no quiero el fantasma del abuelo triste amenazándome en convertirme en él, otra vez. No sé ser triste, no suelo estar ahí. Me desconozco, no me identifico. Me pierdo. Es un mood que no sé cómo llevar, porque no lo busco, me ataca, se apropia de mí. Me tira en la cama y sólo me repite todo lo que no estoy haciendo. Me hunde, me empuja a una espiral del infierno de la que hoy, al menos, siento que no tengo las herramientas para salir. Estoy perdida. Desorientada. No sé qué tengo que aprender de todo esto, que la vida es efímera ya lo sé. Que las cosas pueden irse a la mierda de la nada, también. Supongo que tiene que ver con el día a día, porque de eso se trata esta enfermedad, de afrontar el día a día. Se trata de esperanza, y por más que deteste admitirlo, se trata de fe. Odio la fe, pero entiendo que ante la incertidumbre absoluta, es necesaria. Fe en mi mamá, no en cuestiones mágicas. No creo en Dios, ni en los cuentos de hadas. Creo en la gente, en los motivos, y en las listas de cosas que hacen bien. Esa es la vida.
Esta es una tristeza diferente, porque no es la de la ausencia, sino la de la amenaza de la ausencia, no sé si es aún peor. Es la tristeza que no tiene horizonte, que promete ser larga. Por eso no puedo llevarla, porque no es como con Dani, no es aceptar un hecho que me cambió la vida que me llenó de dolor, no es convivir con ese dolor de la ausencia, es aceptar que todo puede pasar, que puede salir bien como mal, que hay que acompañar, que no hay que especular, que hay que vivir el día a día y esperar lo mejor. No sé cómo tomarlo, no sé cómo seguir con mi vida teniendo la muerte tan cerca, aunque siempre anda cerca. Sólo que ahora es visible, la pensamos todos los días, está ahí, diciéndonos que es posibilidad. Y aunque sabemos que siempre es posibilidad, ahora es más difícil hacerla a un lado. Ahora está en cada cosa que haga en el día, en cada preocupación banal, en cada ¿en serio vas a hacerte mala sangre por esto?
Una de las grandes preguntas de la especie es si te gustaría saber qué día vas a morir, y el dilema tiene que ver con que la información es poder, pero también es responsabilidad. Si hay algo bueno de la muerte es que no nos hace responsables, llega tarde o temprano, libera las culpas, las deudas, y los mambos terrenales. Nadie es culpable de morir, ni siquiera quien se suicida.
Le tenemos respeto porque no la comprendemos, porque el miedo a lo desconocido nos paraliza, porque reaccionamos como un viejo facho cuando ve a un pibe con la cara tatuada, tenemos la mente cerrada, nos gusta darle explicaciones a todo, lo necesitamos.
Tal vez eso tenga que aprender, a convivir con la muerte, a saber que está ahí, que no podemos hacer nada para evitarla, la podemos demorar, pero es inminente.
06-03-2021 / 9:13 pm
Pero ¿y si no? Otra vez el miedo a convertirme en un ser gris, otra vez aparece la figura de la pena, de un abuelo con olor a cigarrillo y la tele puesta en TN, que perdió vínculo con la vida, que su cuerpo muere de viejo porque su espíritu ya estaba muerto, que nunca supe lo que le hacía felíz, porque no lo conocí cuando dicen, alguna vez lo fue.
Tal vez eso tengo que hacer, una lista de las cosas que creo, me hacen bien:
Lo escribo, pero no ansío hacerlo, perdí el entusiasmo. No quiero alarmarme, no quiero el fantasma del abuelo triste amenazándome en convertirme en él, otra vez. No sé ser triste, no suelo estar ahí. Me desconozco, no me identifico. Me pierdo. Es un mood que no sé cómo llevar, porque no lo busco, me ataca, se apropia de mí. Me tira en la cama y sólo me repite todo lo que no estoy haciendo. Me hunde, me empuja a una espiral del infierno de la que hoy, al menos, siento que no tengo las herramientas para salir. Estoy perdida. Desorientada. No sé qué tengo que aprender de todo esto, que la vida es efímera ya lo sé. Que las cosas pueden irse a la mierda de la nada, también. Supongo que tiene que ver con el día a día, porque de eso se trata esta enfermedad, de afrontar el día a día. Se trata de esperanza, y por más que deteste admitirlo, se trata de fe. Odio la fe, pero entiendo que ante la incertidumbre absoluta, es necesaria. Fe en mi mamá, no en cuestiones mágicas. No creo en Dios, ni en los cuentos de hadas. Creo en la gente, en los motivos, y en las listas de cosas que hacen bien. Esa es la vida.
Esta es una tristeza diferente, porque no es la de la ausencia, sino la de la amenaza de la ausencia, no sé si es aún peor. Es la tristeza que no tiene horizonte, que promete ser larga. Por eso no puedo llevarla, porque no es como con Dani, no es aceptar un hecho que me cambió la vida que me llenó de dolor, no es convivir con ese dolor de la ausencia, es aceptar que todo puede pasar, que puede salir bien como mal, que hay que acompañar, que no hay que especular, que hay que vivir el día a día y esperar lo mejor. No sé cómo tomarlo, no sé cómo seguir con mi vida teniendo la muerte tan cerca, aunque siempre anda cerca. Sólo que ahora es visible, la pensamos todos los días, está ahí, diciéndonos que es posibilidad. Y aunque sabemos que siempre es posibilidad, ahora es más difícil hacerla a un lado. Ahora está en cada cosa que haga en el día, en cada preocupación banal, en cada ¿en serio vas a hacerte mala sangre por esto?
Una de las grandes preguntas de la especie es si te gustaría saber qué día vas a morir, y el dilema tiene que ver con que la información es poder, pero también es responsabilidad. Si hay algo bueno de la muerte es que no nos hace responsables, llega tarde o temprano, libera las culpas, las deudas, y los mambos terrenales. Nadie es culpable de morir, ni siquiera quien se suicida.
Le tenemos respeto porque no la comprendemos, porque el miedo a lo desconocido nos paraliza, porque reaccionamos como un viejo facho cuando ve a un pibe con la cara tatuada, tenemos la mente cerrada, nos gusta darle explicaciones a todo, lo necesitamos.
Tal vez eso tenga que aprender, a convivir con la muerte, a saber que está ahí, que no podemos hacer nada para evitarla, la podemos demorar, pero es inminente.
06-03-2021 / 9:13 pm
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