Estaba en esos bares que están de moda. Ya saben, el decorado austero, largas filas en la barra, baños sucios como los de la terminal de colectivos y un Dj poniendo música que nadie escucha. Había mujeres, jóvenes y bellas, pero aburridas. Y eran aburridas, porque no habían hecho nada para ser hermosas, era un simple accidente de la naturaleza. El problema es que están mimadas en demasía, acostumbradas a triunfar por el camino fácil. Y cuando la adversidad llega, simplemente se desaniman.
Las mozas tenían el trabajo más difícil de todos, el lugar estaba abarrotado de gente, y ellas siempre terminaban con los tragos derramados en la remera. Nadie les pedía disculpas. Nadie bailaba. Iban solo para obtener una mirada.
Bueno, lo mismo de siempre. Uno se termina preguntando ¿Por qué vuelve a esos lugares?, pero era el cumpleaños de Juanjo y a él le gustaba una de esas rubias tristes. Yo le dije “Juanjito, si te gusta una de esas ardillitas, lo que tenés que hacer es no seguirla. Aman la histeria. Necesitan que un boludo las siga, necesitan atención”.
Cuestión que estaba yo ahí, aburrido y pasándola mal, cuando siento que mi celular vibra. Qué raro pensé, porque había programado el aparato para que no me avise de nada, ni siquiera una llamada. Lo saqué y efectivamente tenía un mensaje de Paulina. Me sorprendió, la última vez que habíamos hablado fue en Agosto cuando se quedó cuidando del gato en mi departamento. Hubo un problema con otra mujer y cuando llegué tenía todas mis camisas en el piso y el gato mucho más flaco. El mensaje decía “si no vas a querer más mi concha, se la voy a dar a otro que la sepa aprovechar”.

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