Hay momentos en los que la vida nos lleva al borde del abismo emocional. No por falta de fe, sino porque el alma ha sido desgastada por el peso de las decisiones, por las palabras que nunca se dijeron, por los silencios que se volvieron gritos internos. Nos encontramos en un lugar donde todo parece haber perdido sentido, donde incluso las oraciones se sienten vacías, como si no llegaran más allá del techo. Es en ese terreno árido, donde las lágrimas se han vuelto rutina y la esperanza parece un recuerdo lejano, que comenzamos a preguntarnos si Dios aún nos ve. Si aún nos escucha. Si aún nos ama.Tu amigo Israel Meza, que Dios te bendiga siempre y recibe un fuerte abrazo.

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