Escuchar "Obras comentadas_Coracero francés, José de Madrazo"
Síntesis del Episodio
Comentarios de la restauradora de pintura del Museo Nacional del Prado, Lucía Martínez, durante la explicación de la obra Coracero francés de José de Madrazo.
Retrato virtualmente inédito de José de Madrazo, constituye, por su calidad y envergadura, uno de los más brillantes ejemplos de toda la producción del artista en este género, lo que explica que, tras su reciente descubrimiento y adquisición, se haya incorporado inmediatamente a la exposición de la Colección Permanente en las salas del Museo del Prado.
Se trata de una obra muy singular en la producción del patriarca de los Madrazo, que permite profundizar aún más en su ya reconocida valía como retratista de formación neoclásica, avisado de las modas y costumbres artísticas de su generación en toda Europa. Representa a un coracero francés, de cuerpo entero a tamaño natural, que se apoya en un árbol, ante un paisaje. Se mezclan así en el lienzo dos géneros –retrato y paisaje– lo que adelanta la recuperación de una tipología artística que no se popularizaría en el siglo XIX en España en realidad hasta casi dos décadas más tarde, cuando ya estaba en activo la siguiente generación de pintores de retratos, como Valentín Carderera y Rafael Tegeo.
Además, José de Madrazo adaptó aquí sus característicos modos artísticos a una costumbre militar bien asentada en Francia e Inglaterra en esos años, que ha dejado míticos ejemplos de pintores románticos como Gericault o el Barón Gros. Algunos oficiales de caballería se hacían retratar junto a su montura en medio de la naturaleza, empleando una tipología retratística que, sin perder la voluntad de sofisticar su imagen individual, recordaba las heroicas imágenes de grandes militares en el campo de batalla, que se pusieron de moda en pleno Neoclasicismo francés, y que se difundieron a principios del siglo XIX por todo el continente, al calor de la expansión de la cultura napoleónica.
Retrato virtualmente inédito de José de Madrazo, constituye, por su calidad y envergadura, uno de los más brillantes ejemplos de toda la producción del artista en este género, lo que explica que, tras su reciente descubrimiento y adquisición, se haya incorporado inmediatamente a la exposición de la Colección Permanente en las salas del Museo del Prado.
Se trata de una obra muy singular en la producción del patriarca de los Madrazo, que permite profundizar aún más en su ya reconocida valía como retratista de formación neoclásica, avisado de las modas y costumbres artísticas de su generación en toda Europa. Representa a un coracero francés, de cuerpo entero a tamaño natural, que se apoya en un árbol, ante un paisaje. Se mezclan así en el lienzo dos géneros –retrato y paisaje– lo que adelanta la recuperación de una tipología artística que no se popularizaría en el siglo XIX en España en realidad hasta casi dos décadas más tarde, cuando ya estaba en activo la siguiente generación de pintores de retratos, como Valentín Carderera y Rafael Tegeo.
Además, José de Madrazo adaptó aquí sus característicos modos artísticos a una costumbre militar bien asentada en Francia e Inglaterra en esos años, que ha dejado míticos ejemplos de pintores románticos como Gericault o el Barón Gros. Algunos oficiales de caballería se hacían retratar junto a su montura en medio de la naturaleza, empleando una tipología retratística que, sin perder la voluntad de sofisticar su imagen individual, recordaba las heroicas imágenes de grandes militares en el campo de batalla, que se pusieron de moda en pleno Neoclasicismo francés, y que se difundieron a principios del siglo XIX por todo el continente, al calor de la expansión de la cultura napoleónica.
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30/05/2017
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