Hoy, cuando desperté, abrí la ventana para que entrara aire y para ver el sol, bueno, su reflejo, porque ya hace hoy diecinueve días que no lo puedo ver de frente, mi edificio delgado y situado en medio de una clínica y uno de los edificios más grandes de la ciudad, impiden que el sol entre incluso a los balcones; la ventana cerrada de mi vecina de sesenta y cinco años que pudo huir donde su hija a pasar los días del encierro, me permite ver mi reflejo al medio día cuando el sol es más vertical y cae al patio interno, en él solo puedo ver mis manos y parte de los brazos, mi camisa oscura no se ve, entonces parecen solo unas manos estáticas esperando reanudar, las veo como posando para una pintura de Grau, para luego ser instauradas en el cuerpo de una mujer robusta y sensual, de labial rojo, de corsé muy ajustado. Después digo: es el encierro y la tristeza los que me hacen ver solo una parte fragmentada de mí, es el encierro el que me hace extrañar al vecino del problema de rodillas que camina a diario en la piscina con su música árabe que no todos los días tengo ánimo de oír, ahora la piscina solo se ve como alguna de las de Hockney, limpia, con palmeras y parasoles de rayas, pero abandonada. ¿Qué es de la belleza si está abandonada? me pregunto, ¿sigue siendo aún bella, solo que triste?Mauricio Vásquez. abril 19 2020.

Ver todos los episodios