Paz y Bien
Esta tarde celebrando la Eucaristía en una capillita en una pequeña aldea rodeados de naturaleza pude, una vez más, contemplar a través de la puerta un hermoso y robusto árbol, al que ya he podido contemplar en diversos momentos del año y he visto como el cambio de estación le afecta. Ahora mismo está completamente desnudo de hojas pero no es menos hermoso que cuando tiene esa vestidura de verdor que ofrecen las múltiples hojas que pueblan sus múltiples ramas. Y digo que es igualmente hermoso en su desnudez porque se descubren muchas ramas, muchísimas, muchas formas, que de otra manera con el follaje no era posible. Esto me hizo pensar que en la vida de vez en cuando necesitamos esta misma una sacudida para que se nos caiga todo aquello que no tiene raíz, lo que es periférico, superficial, aparente para que nos desnudemos el alma y poder quedar así a solas con nuestra verdad íntima, sin miedo, siendo valientes para poder asumir los cambios necesarios, las transformaciones necesarias. De hecho el otoño es tiempo de cambio de transformación de regeneración.

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