Mírame, y ten misericordia de mí; Da tu poder a tu siervo, Y guarda al hijo de tu sierva.
Salmos 86:16 
Empoderados para el Servicio a Dios y a nuestro prójimo.
Algunos de nosotros no necesitamos ser convencidos para trabajar. Nos levantamos listos para afrontar nuestras responsabilidades y  quehaceres y con el ánimo de  conquistar el mundo para Cristo. Solo nos olvidamos de solicitar ayuda, o de servir en el poder de Dios, que no somos nosotros mismos y que toda fortaleza real viene de El. Esa clase de esfuerzo personal  puede funcionar por un tiempo, pero luego de traginar nuestras fuerzas se agotan y solo quedamos con resultados pequeños y de poca duración. Dice la palabra en el Salmo: “Es en vano que os levantéis de madrugada, que os acostéis tarde, que comáis el pan de afanosa labor” (Salmos 127:2, LBLA).
Junto con nuestras oraciones pidiendo guía y dirección, Dios  proveerá los recursos  físicos y espirituales para andar en el Espíritu  y funcionar bien. Nada de valor eterno, real, espiritual y duradero sucede en nuestras fuerzas. Asi lo dice su palabra “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vela la guardia” (Salmos 127:1, LBLA). Así es.
Trabajemos esforzadamente, pero nunca en nuestras propias fuerzas. Trabajemos en las fuerzas que Él brinda, y dejemos que Él tenga toda la gloria que merece. Dios nunca prestará su poder a sueños egoístas que no están en su voluntad, pero nos dará un poder sobrenatural para servir. Él nos dará el coraje y resolución para entregar nuestra vida por los demás en el nombre de Jesús.

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