El peor y más taimado impuesto es la inflación. La guerra en Ucrania, la interrupción de suministros, la penuria de trabajadores y el bombeo de dinero de los bancos centrales son factores que han impulsado los precios a niveles nunca vistos desde hace cuarenta años. La carestía puede provocar una explosión social en países en desarrollo y un empobrecimiento generalizado de la clase media. Mientras, los estados se contentan con subir los tipos de interés como si ese remedio fuera a combatir una enfermedad que no parece transitoria. A los gobiernos les viene muy bien la inflación ya que devalúa sus deudas mientras incrementa la recaudación fiscal. Estamos solos ante un perverso fenómeno que nos obliga a plantearnos nuestro ahorro y nuestro consumo.

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