Desde su nacimiento, el niño Jesús fue adorado por los sabios del oriente, los pastores de Belén y las huestes celestiales. En su ministerio fue adorado por sus discípulos y por algunas personas a su alrededor. Aún después de su resurrección, el Señor recibió la adoración que merecía. En el cielo, donde finalmente reinará por la eternidad, Jesús también es digno de recibir la adoración de toda su creación. En este episodio analizamos algunos versículos que nos muestran por qué nuestro salvador es digno de nuestra adoración. 

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