Marzo 3 - Miércoles de la segunda semana de cuaresma

03/03/2021 3 min

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Síntesis del Episodio

«No me abandones, Señor, Dios mío, no te quedes lejos; ven aprisa a socorrerme, Señor mío, mi salvación» (Sal 37,22-23).

«Señor, guarda a tu familia en el camino del bien, que tú le señalaste; y haz que, protegida por tu mano en sus necesidades temporales, tienda con mayor libertad hacia los bienes eternos».

«El Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida en rescate de muchos» (Mt 20,28).

Salmo 30 pedimos al Señor una liberación de las fuerzas del Mal, que tiende sus redes para perjudicarnos: «Sálvame, Señor, por tu misericordia de la red que me han tendido, porque Tú eres mi amparo. A tus manos encomiendo mi espíritu: Tú, el Dios leal, me librarás. Oigo el cuchicheo de la gente y todo me da miedo; se conjuran contra mí y traman quitarme la vida. Pero, yo confío en Ti, Señor, te digo: “Tú eres mi Dios. En tus manos están mis azares; líbrame de los enemigos que me persiguen”».

Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria.

«La pasión de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es una prenda de gloria y una enseñanza de paciencia. Pues, ¿qué dejará de esperar de la gloria de Dios el corazón de los fieles, si por ellos el Hijo único de Dios, coeterno con el Padre, no se contentó con nacer como un hombre entre los hombres, sino que quiso incluso morir por mano de los hombres, que Él mismo había creado? Grande es lo que el Señor nos promete para el futuro, pero es mucho mayor aún aquello que celebramos recordando lo que ha hecho por nosotros» (Sermón 3).

Mi oración, hecha con humildad y caridad, con ayuno y limosnas, templanza y perdón, practicando el bien y no devolviendo el mal por mal, alejándome del mal y entregándome a la virtud, busca la paz y la consigue. La oración, en efecto, ayudada con las alas de tales virtudes, vuela y llega más fácilmente al cielo, adonde me precedió Cristo, verdadera paz y consuelo. Amén