La elegía eterna

26/03/2016 7 min
La elegía eterna

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Síntesis del Episodio

Poema de Miguel de Unamuno recitado para la página wen en construcción: www.creatividadalpoder.com

La Elegía Eterna forma parte de los poemas de Unamuno de su período de la crisis religiosa. Poemas fechados a partir de 1899. En aquellos días, la gran crisis religiosa había concluido, pero necesitamos unas brebes palabras antes de pasar adelante. Por 1895, la fe de Unamuno se había debilitado, busca en Alcalá a su antiguo deirector espiritual; su hijo, de pocos meses, tiene un ataque de meningitis y queda gravemente enfermo, Unamuno desespera y la crisis religiosa se consuma.

La Elegía Eterna (1900) está formada por una serie de comentarios en torno a la fugacidad del tiempo ("el pasado no vuelve,/nunca ya torna") que constan en el Diario; partiendo de Fray Luis de Granada, Unamuno glosa:

volver atrás es imposible; pasar adelante es intolerable; estarse así no se concede; pues, ¿qué harás? ¡terrible misterio el del tiempo! ¿Cuándo estaremos libres del tiempo, del tiempo irrevertible e irreparable?

Y como contestando a la pregunta unos versos que -con vario tornavoz- resonarán siempre:

Acuéstate a dormir… es lo seguro,
¡hundido para siempre
en el sueño profundo,
habrás vencido al tiempo,
tu implacable enemigo!

La inspiración heraclitea de la respuesta a la pregunta central del poema parece incuestionable. Todo parece indicar que la imagen del río, del flujo ininterrumpido de sus aguas unido a su permanencia como tal, fue uno de los soportes en que Heráclito se apoyó. Unamuno desarrolla el modelo parando mientes no en las personas que se adentran en la corriente de un río, si no en la imagen de los álamos que se reflejan trémulos en él, de manera que la percepción de inestabilidad, analogía de la vida, se incrementa por el cambio sin fin de la base reflectante.

Unamuno entiende -huelga decirlo- a Heráclito, pero en estos momentos lo embarga la elegía, segmenta el tiempo en "el pasado", "el instante que pasa" y "el futuro que se desvanecerá", y se libra al Vacío -otorgándole paradójicamente carta de naturaleza-, desde el cual y hacia el cual el mismo vacío o la Nada se mueve en el más absurdo y desesperado de los viajes. Para no contradecir las leyes de la Física, las aguas de un río siempre descienden y jamás remontan su curso, pero la elegía es triste, es una letanía o rosario de lamentaciones que, repetidas una y otra vez, no aportan verdad pero sí un tímido consuelo.

Heráclito proclama que no es posible evitar la mutabilidad de la Vida, ergo la gran traición de Unamuno en este poema es recomendar a los humanos que se sumerjan en un sueño profundo, una especie de letargo óntico definitivo que les permite fusionarse con la eternidad supresora del "ayer", del "hoy" y del "mañana". Pero no le basta aún, sino que quiere detener -i. e., matar- el curso del río y bañarse en el lago inmóvil en el cual no sobreviene -o, almenos, lo parece- el flujo de nuevas aguas. Éste sería sin duda el consuelo o victoria definitivos sobre el feroz Saturno, sobre el tiempo.

Referencias:

Manuel Albar en Introducción de Poesías

Pau Gilabert Barberá en Miguel de Unamuno y Heráclito: de "La elegía eterna" a "La flor tronchada"