Consejos de ultratumba

Di una mirada alrededor de aquel rebaño y no vi más compañero, que el alegre saltar y correr de las jóvenes ovejas; pero cuando la linda pastora hubo arreglado su tocado, salió de entre la espesura otro rebaño. ¡Ah! Entonces comprendí el afán que tenía mi pastorcita de acicalarse. Me dirigí por donde venía aquel rebaño, que se iba confundiendo con el primero, y conocí que aquellos pobres animalitos estaban acostumbrados a mezclarse. Me quedé quieta contemplando el rostro virginal de aquella inocente y encantadora criatura; y siguiendo la dirección de sus purísimos ojos, me encontré frente a frente con un gentil y gallardo pastor. ¡Qué salto dieron los dos! Ya tenían su lugar predilecto para sentarse; y acomodándose en su sitio acostumbrado empezaron a platicar. Yo allí, de fiel y mudo testigo, escuché aquel diálogo de amor.

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