La liturgia de este día sigue en la tónica del Evangelio de la semana pasada. Nos invita a reflexionar en la realidad de los bienes materiales. Los bienes son medios, en la medida que los usamos como medios procedemos de modo ordenado en la vida y nos ayudan de cara a la eternidad. Cuando les divinizamos es cuando se da el desorden que produce la avaricia de querer acaparar todo para sí, el egoísmo, el egocentrismo, el vivir de apariencias, más centrados en el tener y en el aparecer.
Hoy nos encontramos el evangelio del rico y de Lázaro. Me he preguntado dónde radica el problema del rico. Banquetear y vestirse de lino está mal? ¿Dónde está el problema? Muere y es condenado y Lázaro es llevado al seno de Abrahán. El problema está en el indiferencia que manifestó siempre hacia las persona que sufrían a su alrededor. Vivía de modo tan egolátrico que no tenía tiempo para los demás, vivía completamente ensimismado. Esto nos puede pasar a nosotros que tenemos más o menos la vida resuelta, no banqueteamos a diario pero vivimos bien y puede ser que esto haga de nosotros caer en la actitud de Rico, ensimismados, indiferentes al dolor ajeno, no tenemos tiempo para los demás...

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