Muy cerca de mi casa, hay un pequeño hotel de costa en el que suelo fijarme cuando paseo por la playa de Muchavista, en El Campello. Son solo dos plantas sobre un pequeño promontorio, pero es uno de esos sitios idílicos que parecen pensados como refugio para  descansar del ruido y la confusión diarios y llegar a soñar con un futuro mejor. 
«El busto de bronce» surge de imaginar una estadía en ese lugar. Pero su génesis se debe también a la convocatoria de un concurso de relatos: «Hablando en cobre». Las bases exigían que ese metal, o una de sus aleaciones, fueran elementos protagónicos de la historia. Como habrías adivinado por el título, yo elegí el bronce. Y el jurado del concurso eligió premiar mi cuento con un accésit.
Como siempre, espero que tú disfrutes tanto escuchando este cuento, como yo lo hice escribiéndolo. Pero también como lo hago con mis paseos junto al Mediterráneo

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