En las brumosas sombras del siglo XVII, Blaise Pascal, apasionado por la mecánica y las matemáticas, esbozó la visión de una calculadora mecánica que trascendería la simple aritmética. Sus manos, que anhelaban entender los misterios del universo, dieron vida a la primera maravilla de la era del cálculo. Cada clic y giro eran movimientos en un ballet matemático que allanaría el camino para generaciones futuras.
Una generación que utiliza apps en sus smartphones para calcular infusiones anestésicas y hasta simular el comportamiento farmacocinético y farmacodinámico de las mismas.

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