Este plenilunio viene cargado de gran intensidad emocional que podría cuestionarnos, entre otras cosas, cómo gestionamos nuestras necesidades de nutrición y cuidado, cuánto damos y cuánto demandamos, cuánto nos entregamos o cuánto controlamos por miedo a que otro ejerza poder sobre nosotros. La luna responde a un Sol en conjunción a Plutón, ambos respondiendo a un Urano en Tauro que hace aspectos armónicos con Marte y Mercurio en Capri, quienes a su vez, sin embargo, tienen tensiones con Quirón y el Nodo Norte en Aries, reflotando algunas heridas del pasado que podemos vivir como actuales.
Urano responde a Venus en Capri, quien forma un gran sextil con Júpiter en Tauro (regido por Venus) y Saturno en Piscis (regente de Capri). Es decir, Venus hace aspectos armónicos a los Dioses del Tiempo, y como Saturno está en Piscis respondiendo a Neptuno también en su signo, más allá del dolor que podamos sentir, algo de fondo está disolviéndose para sanar heridas pasadas en el plano espiritual. Para poder llevar esto a la materia, es necesario reconocer nuestro valor, estar presentes, y asumir la responsabilidad por nuestra manera de vincularnos, soltando posturas victimistas e infantiles.

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