Lo único que le sorprendió a Évole de su te a las cinco con Ternera es que no se haya convertido en una mejor persona. Sin embargo, Évole sigue igual. Pone caras, se aprieta el mentón, y mira fijamente al interlocutor, como al otro lado el sujeto estuviera diciendo cosas realmente interesantes, como esperando alguna novedad que justifique el viaje y el rodaje. Évole es el que mas sale, el que chupa más plano. Se trata de una película en la que se entrevista a un psicópata para que veamos que lo sigue siendo, que no siente nada, que no se arrepiente, que insulta a las víctimas y desprecia a los guardias civiles, que lo volvería a hacer, porque él actuaba según el contexto. Y es aquí donde entrevistador y entrevistado se reúnen en un abrazo, porque la extrema izquierda siempre ha pensado que los crímenes eran una herramienta válida en función del contexto, con el mismo mecanismo lógico que lleva a Sánchez a afirmar que ahora la amnistía es necesaria porque él la necesita

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