El asunto es de una extrema gravedad. Porque no se trata de la convivencia, se trata del chantaje, no es por la concordia, es por la impunidad, no es por la unidad sino por la ruptura, no es por el estado de derecho sino por su demolición, no es por la ley, es por güevos, no es por virtud sino por necesidad, no es por España, es por Sánchez, no es por los españoles sino contra nosotros, que lo somos. Así que cuando el traidor aseguró la lealtad el respeto y el afecto a la princesa y a la corona, en realidad prometía la deslealtad, el desprecio y la desafección, si no el odio expresado en su mandíbula apretada, y el rencor que había en su mirada cuando, camino del Congreso, se colocó detrás de la familia real para blindarse, para evitar la bronca del público por su traición. Es a los jueces y a la calle a lo único que teme, y donde sabe que puede perder la batalla. Los únicos escenarios donde se puede parar esta felonía.

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