Constantemente estamos midiendo nuestro éxito de manera superficial. Dejamos que nos defina lo que tenemos y no lo que somos. Estamos en una carrera contra el tiempo por alcanzar cosas que al final vienen y van cuando lo que importa es el proceso, los aprendizajes y las experiencias que sí se quedan. Esas que nos marcan, que hacen nuestro camino sea único, las que nos dan una historia que contar.
Nadie tiene un camino igual porque nadie tiene los mismos talentos y cada persona tiene un propósito único. Cuando perseguimos el camino de la aceptación, del status, del dinero y del poder, que por cierto todos son subjetivos y relativos, perdemos nuestra esencia. Nos perdemos en una búsqueda interminable de cosas que nunca nos van a llenar. Por el contrario, tenemos que re-enfocar nuestras energías en agregar valor, en compartir lo mucho o lo poco que tengamos para impulsar a los demás, en conectarnos con nuestros talentos para potenciar todo lo que somos.

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