Escuchar "Balada del pueblo que se acaba"
Síntesis del Episodio
BALADA DEL PUEBLO QUE SE ACABA
(Fco. Javier Hernández Baruque)
Voy solo por las calles, nadie pasa.
Me siento el habitante del vacío
en un pueblo con agua por el río,
pero con sed de gente en cada casa.
Siempre hay un muro a punto de derrumbe,
una desidia sórdida y ajena
y una desolación casi hecha pena
que de tanto esperar también sucumbe.
Existe aquí un anciano que no quiere
morirse porque el niño no nos nace
y no habrá, tras el requiescat in pace,
quien viva en el lugar del que se muere.
En un solar, los restos de aquel carro
muriendo a la intemperie indignamente.
¿Y vida? Una al menos: justo enfrente
la chimenea prende su cigarro.
Se fueron. Empeñaron alma y llave
y no regresarán a rescatarlas…
El aire guarda trozos de sus charlas
para que la conversación no acabe.
Se fueron. Y enviaron golondrinas
a construir sus nidos en aleros
y cuadras, ya sin mulas ni muleros,
que tan solo sostienen tres esquinas.
Alzo piedras y vigas con los hombros,
mis ojos acristalan las ventanas,
mas, sólo el aire mueve las persianas
mientras vuela otra teja a los escombros.
Y luego la erosión pasa su lija
y arranca paja y tierra del adobe…
Pero, para que el alma nadie robe,
de guardia se quedó una lagartija.
Un cardo intenta arar sobre el asfalto,
un gato, umbral en fósforo , me espía;
y al desangrarse el sol que me seguía
el cielo se hace negro y es más alto.
Y salen los fantasmas a las puertas.
A todos reconozco. No hay misterio.
Regresan sin hablar al cementerio.
Los sigo sobre sus pisadas muertas.
Ya llego entre sus halos a la reja.
En orden van entrando. Les sonrío
pues fueron bautizados con mi río…
¿Y si entro?...Pero el ángel no me deja.
De Edad de piedras, 2014
(Fco. Javier Hernández Baruque)
Voy solo por las calles, nadie pasa.
Me siento el habitante del vacío
en un pueblo con agua por el río,
pero con sed de gente en cada casa.
Siempre hay un muro a punto de derrumbe,
una desidia sórdida y ajena
y una desolación casi hecha pena
que de tanto esperar también sucumbe.
Existe aquí un anciano que no quiere
morirse porque el niño no nos nace
y no habrá, tras el requiescat in pace,
quien viva en el lugar del que se muere.
En un solar, los restos de aquel carro
muriendo a la intemperie indignamente.
¿Y vida? Una al menos: justo enfrente
la chimenea prende su cigarro.
Se fueron. Empeñaron alma y llave
y no regresarán a rescatarlas…
El aire guarda trozos de sus charlas
para que la conversación no acabe.
Se fueron. Y enviaron golondrinas
a construir sus nidos en aleros
y cuadras, ya sin mulas ni muleros,
que tan solo sostienen tres esquinas.
Alzo piedras y vigas con los hombros,
mis ojos acristalan las ventanas,
mas, sólo el aire mueve las persianas
mientras vuela otra teja a los escombros.
Y luego la erosión pasa su lija
y arranca paja y tierra del adobe…
Pero, para que el alma nadie robe,
de guardia se quedó una lagartija.
Un cardo intenta arar sobre el asfalto,
un gato, umbral en fósforo , me espía;
y al desangrarse el sol que me seguía
el cielo se hace negro y es más alto.
Y salen los fantasmas a las puertas.
A todos reconozco. No hay misterio.
Regresan sin hablar al cementerio.
Los sigo sobre sus pisadas muertas.
Ya llego entre sus halos a la reja.
En orden van entrando. Les sonrío
pues fueron bautizados con mi río…
¿Y si entro?...Pero el ángel no me deja.
De Edad de piedras, 2014
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