El guardián nocturno
En un rincón olvidado de la ciudad, donde las luces de neón parpadean y los callejones parecen susurrar secretos, vivía un gato llamado Sombra. No era un gato común; tenía el pelaje negro y brillante como el ébano, ojos dorados que brillaban como faros y un olfato agudo para detectar problemas.

Sombra tenía un trabajo peculiar: era el guardián nocturno de una pequeña tienda de antigüedades llamada "El Refugio del Tiempo". Su dueño, el señor Martínez, un anciano con el cabello cano y gafas gruesas, había descubierto las habilidades del gato cuando, una noche, atrapó a un ladrón tratando de colarse por una ventana trasera. Desde entonces, Sombra pasó a ser más que una simple mascota; era el vigilante oficial de aquel lugar lleno de reliquias y memorias olvidadas.

Cada noche, cuando el reloj de la tienda marcaba las diez, el señor Martínez apagaba las luces y se despedía del gato con un suave "cuida bien de todo, amigo". Sombra tomaba entonces su posición favorita: el alto estante de libros polvorientos, desde donde podía observar la puerta principal y los angostos pasillos entre las vitrinas.

El gato sabía que no todos los peligros eran humanos. Había espíritus inquietos rondando algunos de los objetos más antiguos. Un reloj de bolsillo de la era victoriana, una muñeca de porcelana con una sonrisa inquietante y un espejo ennegrecido por el tiempo eran solo algunos de los objetos que a veces intentaban causar problemas.

Una noche en particular, cuando la luna llena iluminaba los adoquines de la calle, Sombra sintió algo extraño. El aire se volvió denso y frío, y el sonido del reloj de péndulo resonó más fuerte de lo habitual. La muñeca de porcelana, que descansaba en su vitrina, había girado la cabeza hacia el espejo ennegrecido, y una figura espectral comenzaba a tomar forma dentro del cristal.

Sombra bajó ágilmente del estante, con el pelaje erizado. Lanzó un maullido profundo y desafiante. El reflejo espectral lo observó y, por un instante, los ojos del gato y la figura se encontraron. Hubo un tenso silencio antes de que el gato comenzara a caminar en círculos alrededor de la vitrina, marcando su territorio, lanzando bufidos y mostrando los colmillos. La figura, incapaz de soportar la presencia del guardián felino, se desvaneció lentamente, llevándose consigo el frío espectral.

Al amanecer, cuando el señor Martínez abrió la tienda, encontró a Sombra recostado en su estante, tranquilo y vigilante como siempre. Sin saberlo, el anciano acarició al gato y le ofreció su desayuno. Para él, Sombra era solo un buen compañero, pero para aquellos que conocían los secretos de la noche, era el guardián del "Refugio del Tiempo", el protector silencioso de un mundo de sombras y recuerdos.

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