Al ritmo de la sexta

Pasadas las dieciocho horas, llegamos a la concurrida parada de colectivos donde, en todo momento, es constante el sonido de sus motores, que suelen perderse con las frenadas de motos y autos, que vienen desde la izquierda y desaparecen hacia la derecha. Cada tanto, se perciben bocinazos agudos que nos remiten a los de las motos. En simultáneo, escuchan pibas y pibes caminando, de un lado a otro, murmurando, conversando y hasta gritando. Hacia nuestras espaldas, se escuchan a los pibes del barrio jugando al fútbol, abundando los sonidos de la pelota, los gritos, risas, algún que otro reproche y hasta indicaciones tácticas... y hasta silbidos. A la distancia, niños y niñas corriendo y jugando, cuyas voces se oyen difusas y poco nítidas, mezclándose con los ladridos de los perros, que suenan más cercanos.

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