Ayer cuando trascendió la información de que el presidente Abinader y Raquel Peña habían optado por juramentarse en el teatro Nacional y no en el salón de la asamblea de inmediato alguien me preguntó sobre la cuestión y respondí que la asamblea es cualquier lugar donde estén reunidos los asambleistas.
El lugar es intrascendente, de hecho en la mayoría de los países de la región las juramentaciones presidenciales son al aire libre y e algunas en estadios de futbol.
República Dominicana no ha podido sacudirse de la parafernalia que creó el trujillato y que Balaguer ayudó a consolidar y es así que mucha gente coincide la tradición creada con la ley y eso incluye temas tan relevantes como el orden de los apellidos.
Que el salón de la Asamblea Nacional pensado para un congreso de la década del 50 y en la que el dictador decidía quien era congresista de cada lugar y hasta cuando tomaba posesión no viene al caso.
Lo que viene al caso para los ciudadanos y ciudadanas que pagamos impuestos es que rapidamente el presidente del PRM, José Ignacio Paliza, dijera que el gobierno, del que ahora no forma parte, evalua la posibilidad de un nuevo edificio para albergar un congreso que crece como espuma de chocolate porque los congresistas legislan para garantizar puestos en la administración.
Diario Libre puso el dedo en la llaga la semana pasada en una serie de trabajos sobre el tamaño del Estado, el presidente habló ayer de la posibilidad de volver a unificar el ministerio de educación y educación superior, pero el congreso puede crecer hasta donde le parezca y hacer crecer la administración pública “asigún” se levante un día cualquier congresista saltapatrás.
Ahora que estamos en gringolandia les diría que a ningún gringo cuerdo se le ocurriría la sustitución del capitolio, o a un inglés la cámara de los comunes, pero en RD el folclor político sigue creciendo y pareciera que se multiplica.

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