Para nuestro reciente Príncipe de Asturias de las letras, el escritor y el artesano han de dedicar su empeño a su labor, aunque saben que a veces no recibirán su recompensa y serán ignorados hasta que su talento sea reconocido después de su muerte.
Para Muñoz Molina hay que escribir contra el desaliento, y contra la soledad de su práctica y la de todos los oficios que están a su alrededor: el de editor, el de corrector, del profesor que enseña a leer, y sobre todo el mejor oficio, el de lector.
El final de su discurso es un mensaje constante últimamente en Muñoz Molina, el recordar que esta democracia que vivimos ahora tuvo un comienzo débil, y que después de 32 años tenemos que seguir guardándola y recordando a nosotros mismos y a nuestros hijos, que no todas las épocas en España han sido de libertad, como la que vivimos, a pesar de la crisis, y por eso tendremos que esforzarnos en mantenerla.

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