Este mensaje se centra en la historia del ciego de Jericó (Lucas 18:35-43), utilizando su ceguera física para ilustrar la ceguera espiritual de aquellos que no han creído en Jesucristo. Se enfatiza que la salvación no depende de señales ni obras, sino de escuchar la Palabra de Dios y colocar toda la fe en Jesús. El ciego, al oír que Jesús pasaba, clamó a Él como "Hijo de David" (reconociéndolo como el Mesías) y pidió misericordia. A pesar de los intentos de silenciarlo, él clamó con más fuerza, reconociendo a Jesús como "Señor". Jesús le restauró la vista y afirmó: "Tu fe te ha salvado," destacando que la salvación es un don de Dios recibido solo por la fe en Cristo, lo cual produce un cambio evidente en la vida de la persona.

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