Vender un producto imperfecto que traiga comida a tu mesa vale infinitamente más que morirte de hambre esperando a perfeccionarlo para poder lanzarlo. Más vale una idea promedio publicada que una idea brillante retenida hasta que sea perfecta. Más vale un primer paso real que un vigésimo paso de ensayo. Más vale vivir feliz con las imperfecciones de tu vida, que esperar a la absurda posibilidad de una vida perfecta en el futuro. El perfeccionismo tiene consecuencias más graves y en más áreas de tu vida de las que imaginas. El perfeccionista tiene el hábito de estresarse al enfocarse de forma obsesiva en lo que falta, en lo que no está bien, en lo que puede mejorar. Y esto le impide sentir gratitud por lo que tiene, lo que está bien, y lo que pudiera estar peor, impactando negativamente su nivel de felicidad. El perfeccionista tiende a ser pesimista, porque nunca se siente conforme con lo que tiene. Y esto impacta directamente en sus niveles de motivación, lo paraliza porque piensa que si el resultado no va a ser exactamente como quiere, para qué molestarse y esforzarse tanto por alcanzarlo. El perfeccionismo es una de las peores cualidades para la productividad, la toma efectiva de decisiones y la solución de problemas. 

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