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Escuchar "Injusticia y arbitrariedad en las FFAA: "El penal de Bernesga""
Síntesis del Episodio
Base Militar "Conde de Gazola", en Ferral del Bernesga, cerca de San Andrés de Rabanedo, provincia de León.
En el Ferral del Bernesga, cuando el invierno corta la cara y los dedos se entumecen hasta doler, llegó un teniente coronel de artillería cordobés destinado al regimiento.
Venía del sur, de sol y cal, y lo primero que encontró en aquel campamento helado fue una montaña de neumáticos viejos, ennegrecidos por el tiempo y el abandono.
No había calefacción suficiente para las tiendas del parque ni para el comedor de campaña de tropa. Los soldados temblaban más de frío que de respeto.
El nuevo jefe, acostumbrado a resolver con ingenio más que con presupuesto, buscó una salida práctica: un chatarrero local accedió a retirar los neumáticos a cambio de unos cañones calefactores inservibles en inventario, pero capaces aún de dar calor.
Un trato sencillo, casi inocente. Nadie ganó dinero; sólo se ganó un poco de humanidad.
Pero en los cuarteles, a veces, la envidia apunta mejor que los obuses.
Algunos oficiales, más atentos a la norma que al sentido común, lo denunciaron.
El gesto solidario se convirtió en expediente.
La iniciativa, en delito militar.
A los tres meses de llegar a León, aquel teniente coronel se encontraba procesado.
Tuvo que hipotecar su casa de Córdoba para pagar abogados y defender un acto que sólo buscaba aliviar el frío de su gente.
Fue condenado a más de tres años de prisión, que cumplió en Alcalá-Meco, con la entereza de quien sabe que lo injusto puede obedecerse, pero no asumirse.
El último año, gracias a un compañero de la 33, consiguió un trabajo de vigilante nocturno en un aparcamiento.
Así pudo enviar dinero a su esposa y a sus tres hijos.
Dejó de mandar tropas, pero no de guardar silencios.
Y cada noche, al pasar revista entre coches dormidos y luces de neón, quizá recordó que en aquel invierno del Ferral del Bernesga lo único que hizo fue intentar dar calor.
https://www.elespañoldigital.com/injusticia-y-arbitrariedad-en-las-ffaa-el-penal-de-bernesga/
En el Ferral del Bernesga, cuando el invierno corta la cara y los dedos se entumecen hasta doler, llegó un teniente coronel de artillería cordobés destinado al regimiento.
Venía del sur, de sol y cal, y lo primero que encontró en aquel campamento helado fue una montaña de neumáticos viejos, ennegrecidos por el tiempo y el abandono.
No había calefacción suficiente para las tiendas del parque ni para el comedor de campaña de tropa. Los soldados temblaban más de frío que de respeto.
El nuevo jefe, acostumbrado a resolver con ingenio más que con presupuesto, buscó una salida práctica: un chatarrero local accedió a retirar los neumáticos a cambio de unos cañones calefactores inservibles en inventario, pero capaces aún de dar calor.
Un trato sencillo, casi inocente. Nadie ganó dinero; sólo se ganó un poco de humanidad.
Pero en los cuarteles, a veces, la envidia apunta mejor que los obuses.
Algunos oficiales, más atentos a la norma que al sentido común, lo denunciaron.
El gesto solidario se convirtió en expediente.
La iniciativa, en delito militar.
A los tres meses de llegar a León, aquel teniente coronel se encontraba procesado.
Tuvo que hipotecar su casa de Córdoba para pagar abogados y defender un acto que sólo buscaba aliviar el frío de su gente.
Fue condenado a más de tres años de prisión, que cumplió en Alcalá-Meco, con la entereza de quien sabe que lo injusto puede obedecerse, pero no asumirse.
El último año, gracias a un compañero de la 33, consiguió un trabajo de vigilante nocturno en un aparcamiento.
Así pudo enviar dinero a su esposa y a sus tres hijos.
Dejó de mandar tropas, pero no de guardar silencios.
Y cada noche, al pasar revista entre coches dormidos y luces de neón, quizá recordó que en aquel invierno del Ferral del Bernesga lo único que hizo fue intentar dar calor.
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