Todos tenemos una voz que nos recuerda algún episodio de nuestra vida, generalmente aquellos que traen culpa. Para Pedro fue la voz de un gallo, ese que cantaba en su memoria recordándole aquel momento. Para nosotros, sería hablar de un error, una caída, un pecado que aún no puedes abandonar, hay noches que parecen pesar más que los años caminando con el Señor. Así se sintió Pedro cuando negó a Jesús y escuchó el canto que se convirtió en sentencia de culpa.En este episodio reflexionamos sobre cómo la culpa no es un momento, sino un eco que persiste en el corazón. Pero también descubrimos que hay una voz más fuerte que el canto del gallo: es la voz de Cristo, que no viene a condenar, sino a restaurar.Acompáñame en este viaje por la historia de Pedro y su negación, para encontrarnos con la gracia de Jesús que puede silenciar la voz de la culpa en tu vida y abrir una nueva mañana de esperanza.

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