Con un teléfono de por medio como posibilidad de encuentro, Alan Robinson respiró el aire de esta tribu y nos dio la posibilidad de pensar sobre lo que nos está pasando. Registrando sus emociones, renaciendo en otras formas de producción, aceptando catástrofes con la posibilidad de planificar esperanzas, dando espacio al carácter performativo de la situación y afrontando el miedo a la locura (en la urgencia) y el miedo a la muerte (en la urgencia), Alan nos invitó a reflexionar sobre las consecuencias del aislamiento y las sensaciones que, como seres sociales, nos genera.

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