El Espíritu Santo es la respuesta a todo. El ego no pregunta, pues no quiere ninguna respuesta significativa, sino que disfraza sus juicios de preguntas.

Cuando el ego nos tiente a enfermar, recordemos siempre que la causa es nuestra creencia falsa en que la enfermedad tenga alguna utilidad para nosotros. El cuerpo es neutro y no hace nada por su cuenta, por lo que simplemente responde a lo que la mente le indique. Si hago caso a las demandas del ego me fabricaré una ilusión de enfermedad, pero si le hago caso a Jesús, mi cuerpo permanecerá en perfecto estado de salud hasta que deje de requerirle como vehículo para estar aquí.

Espíritu Santo, enséñame a percibir correctamente al cuerpo, pues lo único que puede estar enferma es la percepción!

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