30 de octubre¿De qué te avergüenzas?Karen Spiegelberg ¿Hay algo de lo que te avergüences? Al parecer, mi hija mayor podía responder rotundamente a esa pregunta. Estaba aparcada con nuestra miniván familiar fuera de un estudio de danza esperando a mi hija menor. Los otros dos niños esperaban conmigo. De repente, la niña de 12 años se desabrochó el cinturón de seguridad y empezó a corretear recogiendo envoltorios vacíos de bocadillos, bolsas de comida rápida y basura al azar. Le pregunté: «¿Qué haces?». Me contestó muy severa: «Mamá, no me avergüenzo del Evangelio, ¡pero sí de esta furgoneta!». No estoy seguro de que el apóstol Pablo, al dirigirse a los creyentes gentiles de Roma, pudiera haber imaginado que sus palabras se emplearían en una frase semejante. ¡Ni siquiera podría haber imaginado un vehículo motorizado como una furgoneta! Probablemente sí rezaba para que su descarado amor por las buenas nuevas de Jesucristo perdurara en los creyentes de todo el mundo. Cuando Pablo afirmó en Romanos 1:16: «No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree», explicó por qué proclamar el mensaje de Jesús era la obra de su vida. Y la obra de nuestra vida.Fue un regalo inesperado tener a mi hija limpiando nuestra desordenada furgoneta ese día, pero el regalo más grande fue escuchar su proclamación de confianza en el mensaje del Evangelio. Proclamemos con audacia infantil la verdad de la Palabra de Dios. ¡Sin miedo y sin vergüenza!  Oración Señor, tú quieres, no solamente nuestra salvación, sino que, como testigos de Cristo, proclamemos el mensaje sin temor y con plena convicción. Confieso que no he sido el mejor ejemplo en esto. He callado cuando debí hablar. Concédeme, Señor no solo el deseo de dar a conocer la buena noticia, sino también la convicción, el compromiso y la capacidad y el poder hacerlo siempre movido por la gratitud a tu gran amor, por Jesucristo, tu Hijo. Amén.

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